








Cada objeto está dispuesto de tal forma que cobra protagonismo. Me gusta el piso en damero de la cocina, las butacas tapizadas una de cada color y el ventilador celeste de la primer foto.
Otras fotos de la casa aquí
La laguna Huacachina, es un oasis ubicado a cinco kilómetros al oeste de la ciudad de Ica, en el Perú; se presenta como un verdadero oasis natural en medio de las blancas arenas del desierto. De aguas color verde esmeralda, surgió debido al afloramiento de corrientes subterráneas y alrededor de ella ha aparecido una abundante vegetación compuesta de palmeras, eucaliptos y los típicos huarangos, que sirven para el descanso de las aves migratorias que pasan por esta región. Todo ello contribuye a hacer de Huacachina uno de los lugares más vistosos y bellos de la costa peruana.
Esa belleza, el cálido clima imperante todo el año y especialmente el poder curativo atribuido a sus aguas (antaño, ricas en sustancias sulfurosas y salinas) hicieron que Huacachina se convirtiera, alrededor de 1940, en uno de los más importantes y exclusivos balnearios peruanos de entonces. Se construyeron casas y hoteles, se levantó un hermoso malecón alrededor de la laguna, con barandas, alamedas y vestidores para bañistas. Incluso se asfaltó el camino que une a la laguna con la ciudad de Ica, sembrándolo de ficus, acacias y guarangos.
puedes ver el video presentación de este hermoso lugar aquí
Guma Zorrilla (Guma Zorrilla de San Martín) (1919-2001) fue una admirada figurinista y vestuarista teatral uruguaya.
Primogénita de las cinco hijas del escultor José Luis Zorrilla de San Martín y Guma Muñoz del Campo, hizo su larga carrera en Montevideo sumando exitosas incursiones a Buenos Aires, en especial para los montajes teatrales y cinematográficos de su hermana, la actriz y directora China Zorrilla.
El conocido critico teatral uruguayo Jorge Abbondanza escribió sobre ella en el diario El País (Uruguay)
En su carrera artística mostró desde el comienzo una visible facilidad para bocetar sus trajes, un famoso buen gusto para integrarlos al marco visual de la escena, una sensibilidad muy singular para impregnarlos del espíritu de una obra o del carácter de un conflicto dramático. Tenía especial deleite por el fin del siglo XIX, una Belle Epoque donde las mujeres parecían quebrarse sobre la cintura avispa, remolcando el polisón a la sombra de alguna pamela monumental. Por eso triunfaba con sus vestuarios de ese pasado al colaborar con la compañía Avila-Martínez Mieres en "La parisienne" o "Lecho nupcial", aunque más tarde tuvo oportunidad de ampliar tales evocaciones junto al Teatro de la Ciudad de Montevideo en "La pulga en la oreja", "La Gaviota", "Un enredo y un marqués" o "La Dorotea.